Preparo el círculo de sillas y
espero. El suelo de madera cruje. La gente va llegando despacio, se asoman con
timidez. Los asientos se van llenando. El corro se cierra. Tomo aire y el
tiempo se detiene. Empiezo.
Cuatro días de sesiones de
cuentos en el Barrio de las Letras. Cada uno diferente del otro. Distintos los
días, los espacios y los oyentes: viandantes, vecinos, amigos, desconocidos… Compartiendo
historias, cuentos, anécdotas. Yo les cuento y, al acabar la sesión, ellos me
cuentan a mí.
Varios confiesan que es su
primera vez. Nunca habían asistido a una sesión de narración oral. “Creí que
eso de cuentos para adultos era algo porno, por lo del cine para adultos, ya
sabes”.
Una mujer se emociona al recordar:
ha reconocido uno de los cuentos en otro
que su padre le explicaba de pequeña.
El último día, el jueves, un
hombre me habla de su abuela, del barrio, de la postguerra, del hambre y del
ingenio para seguir adelante y sobrevivir a todo. Le digo “esto que me has
contado, lo de tu abuelo, de los pasteles y de cantar para no comer… lo voy a
utilizar en un cuento”. “Claro –me responde- por eso te lo he contado, para que
la gente lo conozca”.
Muchas gracias por tu trabajo para mantener viva la tradicion oral, conservando lo bueno del pasado se consigue un mejor futuro.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, Laura. Las dos trabajamos en la misma dirección y con el mismo motor: nuestro corazón. Un gran abrazo.
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