Sala de exámenes para el acceso al Institut del Teatre de Barcelona. La
propuesta para el ejercicio práctico es presentar una escena (breve)
manipulando algún objeto que llevemos encima (pañuelo, papel, calcetín...) Nos
dan un tiempo (poco) para prepararlo. Por mi apellido (es lo que tiene la letra
A) soy de las primeras en presentarlo. Cometo todos y cada uno de los errores
en los que caerán los otros candidatos, además de los míos propios.
El profesor del tribunal me dijo: “Nos ha gustado tu historia. Tu
interpretación me ha atrapado. Eres muy expresiva. Eso sí, el objeto no tenía
vida. No quiero verte a ti. Quien cuenta la historia no eres tú. El objeto
tiene que brillar.” Tuve claro que me especializaría en interpretación actoral.
Esa fue mi primera experiencia teatral en relación con el mundo de la manipulación
de objetos. La segunda, ampliada y de mayor duración, consistió en realizar el
curso especializado en primero de Interpretación, ya como alumna del Institut.
Lo cierto es que las premisas
aprendidas esa tarde de examen fueron los pilares de todas las clases y
aprendizajes posteriores durante todo un curso académico (y sospecho que
durante toda una vida dedicada a este oficio y arte)
"Y ¿qué tienen que ver las marionetas y los guiñoles con la narración
oral?", te preguntarás. "Me alegro que saques el tema - te respondo-
Todo y nada"
En más de una ocasión he visto anunciada una sesión de cuentos, me acerco
como público y me encuentro (ocurre con frecuencia en el sector infantil) con
teatro de marionetas o manipulación de objetos.
¿Tengo algo en contra de este arte escénica? No, al contrario, me encanta. Soy
espectadora de teatro de objetos y títeres, tanto en su versión para público
adulto como infantil.
También soy narradora oral y disfruto, gozo, me enamoro, me emociono, me
revuelvo y defiendo un espectáculo cuentero basado en la palabra, los gestos,
los silencios, la mirada, lo sugerido, el espacio, los espacios, el
imaginario... sin objetos.
La lección que aprendí (por si alguien quiere tomar nota y aprovechar la
experiencia ajena) de mis ilustres profesores y compañeros, durante el tiempo
en Barcelona, fue:
"Cualquier objeto (bien sea un libro, un pañuelo o una marioneta) que se
saque a escena tiene que aportar y nunca restar"
Pienso que hay una presión (por parte de madres, padres, profesorado, libreros...) demandando la parte visual en los espectáculos de narración
oral: colores vivos, vestuario llamativo, muñecos varios, decorados brillantes ... Para que te hagas
una idea: todo lo que en una foto queda resultón. Cuando se hace sin justificación escénica o argumental, para llenar tiempo de sesión, por justificar un precio, por suplir una carencia de creatividad.... empobrece al espectáculo y al profesional que lo presenta.
Si eres cuentero/a, lo sabrás ¿Cuántas veces te han preguntado "no te
disfrazas", "no llevas decorado"? A mí, muchas. Me tomo mi tiempo y realizo una labor pedagógica con el cliente (que no usuario final) Y me dan ganas
de cortar por lo sano y sólo responder: "No. Ofrezco una sesión de narración oral"
Estos días he tenido la oportunidad de asistir a dos estrenos de narración
oral para niños. Las dos cuenteras manipulan objetos en sus propuestas: Ana María Caro y Andrea Ortúzar.
Ha sido un placer poder disfrutar
de cuentos narrados de viva voz sin que guantes, teatrillos, muñecos y demás
artilugios distraigan o entorpezcan la sesión. Al contrario, los dos montajes
me han reconciliado con estas herramientas. Cada una con su estilo y lenguaje
escénico, incorporan los objetos en sus historias de forma fluida, natural, sin
apretar ni forzar.
Ya sabes, en cuanto tengas ocasión, te recomiendo que te acerques y
disfrutes de sus sesiones de cuentos.
Mientras, ¿cuál es tu experiencia con el mundo de los objetos y la
narración oral? Cuéntame, que te escucho.
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