El miércoles 2 de noviembre, en La Infinito, compartiré las historias de las mujeres de “De Prestado”. Como
bien dice el título del espectáculo, tengo la sensación que estas historias, aunque
han salido de mi imaginación, no me pertenecen. El embrión de cada narración ha
nacido de una mirada, de una sensación, de una palabra, de una imagen… Han
tomado fuerza y han crecido despacito hasta concretarse en el cuerpo del cuento
y, finalmente, en el nombre de una mujer.
Y surge una reflexión, los
cuentos que contamos los narradores, ¿tienen dueño? Tienen autoría, eso sí. Eso
es indiscutible. De algunos, conocemos el nombre y apellidos. Otros, el creador
es el pueblo y el cuentero -o el recopilador- lo enriquece con su versión.
Pero el cuento narrado oralmente
es un ser vivo que evoluciona constantemente. Hace unos días, Victoria Gullón (romancera, cuentera) me decía “hasta que no has cantado cincuenta veces un
romance, no tiene peso, no tiene una unión contigo”. Ocurre con los romances,
con los cuentos, con las obras de teatro…
Cierto que, en ocasiones, narras
un cuento por primera vez y es como si hubiera viajado contigo toda la vida. De
las historias de “De Prestado” hay una que ya conté: “Manuela” Desde el primer
día conectó conmigo y con el público. A veces, los cuentos crecen en extensión.
Otros, a fuerza de contarlos, se reducen. Encuentro su esencia y hay palabras
que estorban y se eliminan. En el caso de “Manuela” es lo que es. Es una de
estas historias redondas, que expresan todo lo que quiero contar del asunto,
con el recorrido justo, con las imágenes precisas, con su tempo.
Otros cuentos son una incógnita.
Cada vez que trabajo con uno de ellos, me enamoro. Cuando lo aparto para
continuar con otro, surgen las dudas, las preguntas, las inquietudes. El
re-encuentro vuelve a ser apasionado y me río de mis inseguridades. Vuelvo a
dejarlo y la distancia me engulle en mil preguntas…
Los hay que son una relación
tranquila, serena. El cuento me conoce y yo sé cómo tratarlo. El camino es
conocido y sólo requiere algún ajuste, algún matiz. Lo bonito de estas
historias es que, a fuerza de contarlas, empiezo a descubrir recovecos que
ignoraba. Caras del cuento que me sorprenden. Hechos inesperados, personajes
que responden al modo de escuchar del público…
Sí, los cuentos tienen autor pero
son seres libres que van y vienen cómo y dónde quieren. Por eso es primordial
dejarlos ir, no sujetarlos ni estar pendientes de ellos. “¿Ya sabes el cuento?,
entonces sólo tienes que contarlo” Es así de sencillo y de complicado a la vez.
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